sábado, 1 de septiembre de 2007

¿La pampita? No... Joselinda

Suegros, esta selección de fotos está dedicada a ustedes:








Siluetas. A los seis meses de embarazo, las curvas empiezan a pronunciarse










Arqueóloga. Haciendo trabajo en campo en Malinalco











¿Indiana Jones? No, su esposa...










Preca-vida. No deja el paraguas ni en la sesión de fotos.


En forma. Joselinda en pleno ejercicio de periné (mi esposa es la bolita de arriba)








Ojitos. La mirada que tiene en esta foto me hace acordar a sus fotos de niña.



Pancita. 28 semanas y siete kilos después...

viernes, 31 de agosto de 2007

Viva Zapata

Después del largo texto de ayer, hoy le daré un respiro a los fieles lectores de este blogg. En esta ocasión, sólo les platicaré un poco de esta foto que por mucho tiempo ha sido una de mis favoritas.
De hecho, esta imagen fue una de las primeras que llegó a mi mente cuando hace cuatro meses, la Jose y yo fuimos por primera vez al doctor, ya embarazados. Recuerdo que el galeno nos dijo que la fecha probable de parto era el 19 de noviembre. “Un día más y le tendríamos bautizar Aniv. de la Rev.”, pensé. Así es que esta foto es casi una premonición de la Julieta y una celebración de la Revolución Mexicana. Nos la tomaron hace como tres años en Zacatecas, en lo más alto del Cerro de la Bufa. Yo creo que es la imagen mental más cercana que tengo de la Jose cuando trato de imaginarme cómo sería ella si hubiera nacido en México. (Aunque en esta foto más bien parece una menonita de la sierra Tarahumara).

jueves, 30 de agosto de 2007

Nidito en construcción

Como les venía diciendo, un embarazo despierta la creatividad e iniciativa de casi cualquier padre. Me refiero a los papás y no a las mamás, que suelen traer instalado desde la fábrica el chip de las soluciones infinitas. Para ser justos, sin embargo, un acontecimiento como éste debería despertar también la hormona de la habilidad manual. Al menos en padres como yo.
Entre todos los arreglos y adaptaciones que estamos haciendo en la casa para recibir a doña Juli, destaca que sacamos la compu de la segunda recámara. También salió el escritorio, las cajas de todos tamaños que éste contiene, las carpetas, los papeles y otras tantas chucherías. Aún falta que saquemos de ahí cuadros, muchas (muchas) revistas y que cambiemos las persianas por unas cortinas que tapen la luz y bloquen el ruido (se preguntarán qué función tiene ahora lo que cuelga en la ventana, y si encuentran la respuesta, díganmela por favor).
Deben saber que nuestro escritorio fue tallado en fina melanina ponderosa y pertenece a una serie limitada y exclusiva de Muebles Troncoso. Ahora, este fino mueble adorna "elegantemente" el comedor, espacio que, por lo demás, combina ahora tantos tipos y colores de madera que sería la envidia de la Selva Lacandona. (Amigos y familia albiceleste, recuérdenme explicarles la ironía de este párrafo.)
La nueva ubicación del escritorio implicaba también cambiar el cable del teléfono para conectar la compu a internet (qué bien dice el primo sen de la Jose, el que vive en NY, "¿Qué aquí nadie conoce el Wi-Fi?")
Esto implicaba dos tareas. Uno: zafar las tachuelitas que usó la Jose para instalar el cable cuando nos mudamos a esta casa hace dos años (sí, la Jose lo hizo, no me da pena aceptarlo y cuando terminen de leer este post entenderán por qué). Y dos: volver a pegar el cable a la pared con las mismas u otras tachuelitas, bordeando cuatro marcos de cuatro puertas, buscando que el cable quedara clavado exactamente en el vértice que forman el techo y las paredes... Fácil.
Primero traté de quitar las tachuelas originales con las manos, como si se tratara sólo de oprimir la tecla Delete. Debo reconocer que la Jose hizo un buen trabajo, las tachuelas estaban tan firmes como el primer día. Así fue como llegué a decisiones más drásticas: busqué un martillo.
Las tachuelas empezaron a separarse de la pared como quien huye de la fiebre aftosa. Cuando me di cuenta que la pintura de la pared también actuaba como si huyera del virus, supe que necesitaba tomar decisiones menos drásticas. Un desarmador hizo el equilibrio perfecto.
Bien, ahora a clavar.
Empecé muy tranquilo, tomando esto como un ejercicio de paciencia. Unos cuantos (muchos) golpes después, el asunto no tenía nada de místico. Cada tachuela que clavaba, desclavaba la anterior. Y la posterior, si es que había. Es cuestión de tiempo, me decía. Y de que encuentre un pedazo firme en la pared Una hora y doscientos agujeritos inútiles después, no había avanzado ni a la mitad del camino. Las esquinas triples, en donde se juntan dos paredes y el techo, eran las peores. "Necesitaré toda la fuerza de este embarazo", pensé con una furia similar a la de Leonidas, el espartano de la película 300.
Mientras analizaba las similitudes que había entre mi vientre y el de dicho personaje (no encontré ninguna), se acercó Josefina y me dijo una de esas cosas que sólo puede ser peor si se dice con la serenidad con la que me lo dijo: "¿Ya mediste si te va a alcanzar ese cable?".
¡Ahá!, pensé. Esta ingeniera quiere restregarme en la cara todos sus conocimientos de planeación industrial. Estaba claro que la Jose había olvidado que cuando yo apenas era un mozalbete y estaba en la secundaria, tomé a escondidas dos clases en el taller de electricidad (en donde, por cierto, circulaba la mejor colección de revistas para adultos). "Si no alcanza", respondí con la misma serenidad, "puedo unir este cable con otro, y si no alcanza, con otro, y así hasta que alcance".
Con la seguridad que me daba tener todo bajo control, procedí a medir el cable, con el orgullo herido por tan desafiante pregunta. Tomé un extremo del cable y lo fui recorriendo pegado a la pared como si estuviera acariciando el muro. La muestra de amor a la pared terminó antes de lo que hubiera deseado: el cable quedaba corto por unos cinco metros.
Ok, dije, se activa el plan B: uniré el cable con otro. "Éste es un cable del teléfono", dijo ella. "Necesitarás un conector para unirlos y eso no se va a ver bien". Claro, son cables de teléfono. Con razón no se parecen a los que ví en el taller de la secundaria, pensé.
Me di cuenta entonces que mi vientre no era como el del protagonista de 300, sino como el de Homero Simpson. Me sentía tan avergonzado como él cuando contaminó el lago de Springfield. Estuve a punto de jalar el cable para ver cómo salían volando las pocas tachuelas que con tanto trabajo había logrado clavar, pero temí que los nuevos agujeros extendieran mi aventura de martillo y tachuelas, a la del yeso y pintura.
Preferí guardar silencio y regresar a las alturas de mi departamento a desclavar cuidadosamente mi obra, dejando el orgullo y la dignidad en el sótano inexistente de mi edificio.
Ok, me dije, si el embarazo no me da habilidad manual que requiero para estas tareas, usaré lo que sí me dio: creatividad.
En las últimas semanas he escuchando que Telmex tiene la promoción de que al contratar Prodigy Infinitum te da gratis un módem inalámbrico. En ese momento, inalámbrico era una palabra llena de magia y seducción para mí.
Llamé a esa empresa y pedí el módem. Me dijeron que tenía que aumentar mi velocidad de 128 K a 1 M. Acepté, a pesar de que no suelo dar saltos tan bruscos en mi vida en aspectos tan relevantes como la tecnología (hace menos de un año me conectaba a la red con módem telefónico). Todo iba bien hasta que pregunté cuando recibiría el módem inalámbrico. "Eso es sólo para los nuevos suscriptores". ¿¡¡¡¡Qué!!!? "Si usted quiere el módem cuesta 600 pesos".
Hey, aquí el embarazado soy yo. ¿Quieren jugar rudo? Pues jugaremos rudo, pensé. "Entonces quiero dar de baja mi cuenta de Prodigy", le digo recuperando un poco de mi ya escasa dignidad. "¿Por qué?", pregunta la voz. "Porque así dejo de ser cliente de ustedes, luego me vuelvo a suscribir y así ya me dan el módem inalámbrico". Tómala barbón. Gracias Juli por haber venido.
"Lo paso a cancelaciones", escuché con tono desinteresado. Llegó otra voz a mi oído. Por enésima vez, le repetí mis datos generales (nombre; número de teléfono empezando por la clave de larga distancia; no, no soy titular de la cuenta; la titular se llama...). "¿Y por qué quiere cancelar, Sr Ortega?", me pregunta. "Porque ya no quiero ser un cliente antiguo de ustedes, sino uno nuevo", respondí honesto.
El tipo no entendía nada, así es que le expliqué todo desde el principio. (Bueno, me salté lo de Julieta, el cambio del cuarto, las tachuelitas dobladas, el cable corto y que mi esposa es ingeniera). "Yo quiero un módem inalámbrico... gratis", dije cínicamente. "Para eso no necesita cancelar el servicio. Yo se lo mando a su domicilio". Yeesssss!! Juli, we did it again, mem.
El tipo tomó mis datos (ahora la dirección, el código postal, la colonia, entre qué calle y qué calle...), y me pidió que hablara en dos días para ver si ya estaba todo listo. Pasaron 48 horas y llamé puntual. "Hablo para ver lo del aumento de mi velocidad de internet... y ver cuando me traen mi modem inalámbrico", dije. "Su nueva velocidad ya está pero no tengo registrado ningún modem inalámbrico". "Pero si me lo habían prometido...", reclamé como quien no recibió lo que esperaba de Los Reyes Magos. "Si quiere, lo comunico con quien lo atendió...". "Olvídelo". Clank!
Para ese entonces Josefina ya estaba hecha una furia porque cumplíamos dos semanas sin conexión a la red. Ok, me dije, si he de regresar al cablecito, regresaré al cablecito. Pero lo haré inmediatamente. Conecté la compu atravesando un cable por en medio del comedor. Así mi esposa tendría una conexión rápida disponible de inmediato... aunque tuviéramos que saltar el cable cada vez que pasáramos hacia la sala.
Saqué cables, los conecté, los desconecté, prendí, apagué, hice click en el icono de internet y... no funcionó. ¿Todo está bien conectado? Sí, todo está bien conectado. ¿Ya revisaste el manual? Sí, ya revisé el manual. ¿Hay luz? Sí, estás viendo la tele... El módem viejo no prendía. Ahora, ya no había módem inalámbrico ni alámbrico. Supe que tendría otra cita con Telmex.
-Señorita, mi módem no sirve.
-¿Todo está bien conectado?.
-Sí, todo está bien conectado, dije resignándome al ritual que consiste en que una operadora descarte completamente que está hablando con un tonto.
- ¿Qué sigue?, pregunté.
- Lo tenemos que cambiar.
-Cámbielo.
-Un técnico pasará mañana por su casa.
-Que sea después de las seis de la tarde porque mi esposa y yo...
-...así será. Clank.
Pasaron 48 horas y no había noticias de Telmex. La Jose me veía con desconfianza. Yo me veía con desconfianza. Llamé a la empresa para reclamar y parecía que esperaban mi llamada para reclamarme ellos a mi.
-Ya pasamos tres veces y no hay nadie en ese domicilio, escuché decir.
-¿A qué hora pasaron?
-En la mañana y al mediodía.
-Les advertí que no habría nadie en casa sino hasta después de las seis de la tarde.
-Pero le digo que yo pasé y que no había nadie...
-Pero le digo que yo le había dicho a la señorita que me atendió que no iba a haber nadie...
-Mire, me dice el técnico en tono sensato. Mejor hagamos una cita para mañana.
- Me parece muy bien. Hagamos la cita. ¿A qué hora puede venir?
- Pues eso no lo sé...
- ¿Y cómo carajos quiere que hagamos una cita si no sabe a qué hora puede venir?
- Pues es que eso depende de otras citas que tengo.
- ¿Y a qué hora tiene esas...? Olvídelo, respondí enojado.
- Que sea entre las ocho y la una.
- Ande usted, entre las ocho y la una lo espero. Adiós. Clanck doble, porque no colgué a la primera.
A las once de la mañana del día siguientellegó el técnico y cambió el cable del módem. Todo funcionaba de maravilla. Sólo faltaba pegar a la pared el cable del teléfono. Es decir, sólo faltaba solucionar lo que causó todo este problema.
Medí la distancia antes de clavar y supe entonces que necesitaba 20 metros de cable. Fui a buscarlo a Office Depot y me encontré un paquete de 25 metros. Bien. También compré varios paquetitos de tachuelas especiales para teléfono. (No sabía que existían). Gran diferencia. Los clavos entraban en la pared como cuchillo en mantequilla. En una hora estaba colgado todo el cable.
Creo que se acabo esta aventura del teléfono. Ahora sólo nos falta cambiar las persianas por las nuevas cortinas. Hace como dos semanas la Jose y yo fuimos a La Parisina. Vimos unas telas y elegimos algunas. Para hacernos el presupuesto, nos pidieron las medidas de la ventana. "Uno setenta por dos diez", dije. La Jose se sorprendió de mi pronta respuesta y porque la dí sin haber medido el área. Seguramente olvidó que dos veces he estado en una clase de corte y confeccción, y por eso sé que no se necesitan las medidas exactas para hacer una simple cortina...

Todo cabe en un jarrito... Eso dice el refrán, pero me temo que muy pronto, aunque nos acomodemos bien, ya no vamos a caber aquí.

Antes:





Después:



Antes:



Después

miércoles, 29 de agosto de 2007

Tanque lleno... ¿siempre?

A estas alturas del embarazo (el lunes pasado cumplimos 28 semanas) ya empieza a quedarme claro que los hijos con un combustible para los padres. Me tardé casi medio año en empezar este blog porque pensé que me daría pereza actualizarlo. Y cuando lo hice fue porque la Jose y yo queríamos dejarle a Julieta un registro de estos momentos, no porque tuviera ganas de expresar lo que sentía. Ahora no puedo, ni quiero dejar de escribir. He descubierto que darle rienda suelta a la tecla es otra forma de pasar unos momentos con la Juli.
Con un hijo en puerta, a uno le crece el sentido de la responsabilidad (a otros, apenas les nace, pero algo es algo). Empieza a interesarse por los seguros de vida y de educación para los hijos. Hasta se quiere empezar un negocio para no dejar sin patrimonio a la familia en caso de que uno falte.
Ahora también sé que el embarazo es la mejor manera de despertar la iniciativa, las ganas de hacer cosas, de crear, de comunicar... Al menos eso es lo que me ha estado sucediendo a mí. Ahora tengo algunos proyectos que me quitan el sueño de la emoción y siento que esa insipiración la recojo del momento que estoy viviendo con el embarazo. Me queda claro que ese combustible adicional que siento viene de Juli. Ya me lo habían dicho algunos padres y ahora lo compruebo.
Lo que francamente no sé, y tampoco he preguntado, es cuánto dura esa energía. ¿Sólo durante el embarazo? ¿El primer año? ¿Mientras el hijo o la hija dependa de uno?
Me gustaría pensar que la energía durará siempre, pero quizá no sea así. Tal vez, con el paso del tiempo todos caigamos en la trampa de la costumbre y veamos cómo una infinita alegría se convierte en una carga pesada.
Son divertidas las primeras noches de insomnio, son la novedad. Pero cuando se tiene que trabajar al día siguiente, los oídos dejan de escuchar un llanto de esperanza y sólo percibe desgarradores berridos.
Al principio, no hay regalito que parezca caro o que el crío no se lo merezca. Lo mismo si es una cuna, un mueble o la ropita que sabemos que sólo usará unas cuantas veces en la vida. Pasa el tiempo y uno empieza a renegar de lo que se gasta en el chamaco. Supongo que la cúspide es cuando los padres empiezan a dejar medio sueldo en la educación de su hijo. "Vale la pena", escucho a algunos padres. Su rictus dice otra cosa. No estoy seguro de que ellos estén seguros de que vale la pena. Tal vez tratan de convencerse a sí mismos de que sí. Tal vez eso mismo nos pase también a la Jose y a mí.
Pero puede ser todo lo contrario. Y que todo lo que he escrito en este post sean sólo fantasías. Quizás el empuje que un hijo inyecta a sus padres nunca se acaba. Quizás este tipo de energía sea como una gasolina que cuando registra que el tanque se está vaciando, se repoduzca y vuelva la aguja a la rayita de "Full". O a lo mejor los hijos son como una grúa que uno nunca se percata que camina en la misma carretera, pero que cuando uno siente que el motor empieza a hacer ruidos raros o que le empieza a salir humo, aparece ahí, en el espejo retrovisor.
Espero que cuando nuestro auto empiece a cascabelear, la Jose y yo miremos el retrovisor y nos encontremos con la mirada de Julieta. Estoy seguro es que sí hoy, Mónica y Álvaro voltean a ver su propio retrovisor, verán las caras de Ari y de Gabo, y que eso les dará la fuerza y la sabiduría para saber qué hacer en estos momentos y cómo hacerlo.




Menú de lujo. Gabo almorzando un lápiz durante nuestra boda por el civil. Sorry por el rezago de la foto (fue en agosto de 2005), pero no encontré una más reciente...

martes, 28 de agosto de 2007

"Por donde vayas iré..."

Ya sé que ayer prometí escribir de LOTA y de su hijo -el amigo del buen Dalai-. Les aseguro que tendrán la crónica de la comida del domingo y del guardaropa que la tía Gena le trajo a la Juli -ya verán unas sandalias perfectas para usar en esas playas que el buen Marcelo nos ha regalado a los capitalinos-. Creo, sin embargo, que LOM la hará mejor que nadie, que por algo son de la misma familia.
Lo que se me antoja contarles hoy es algo que he pensado a raíz de un correo que recibí la semana pasada de mi amiga Tania, que hace poco dejó la oficina, la soltería y el país que la vio nacer (a cambio, hay que decirlo, se lanzó a la aventura de una nueva actividad, acompañando a un nuevo esposo, que a su vez tenía un nuevo trabajo, en una ciudad no tan nueva del sur de EU).
Lo que me dijo Tanius estaba relacionado con el post del miércoles pasado, el cual escribí cuando regresé de una salida con los cuates para jugar billar y donde daba mi pronóstico de que Julieta heredaría el chip consumista de su madre. La siguiente fue la respuesta de Tania: "Lo que EOP no ha pensado es qué pasa si Julieta hereda el gusto por el billar, las chelas y el vodka, además de la afición de LOM por el shopping?" Buena pregunta ¿qué pasaría?
Me gustaría que la respuesta inmediata fuera "nada, no pasaría nada" pero no puedo dejar de pensar en toda la carga que le ponemos los padres y en general, los adultos, al género y a las actividades asociadas comunmente a los hombres y a las mujeres. Pensaba, para empezar, que es muy probable que este blog no inició antes porque no sabíamos el sexo del crío. Y, seguramente, ahora que se que es una niña, me permito en exceso las palabras dulces y cariñosas (insisto, rompí el cursilerímetro). Supongo ahora que si el futuro nos deparara un niño, escribiría con términos más asociados al vocabulario masculino.
Creo que proyecté mis prejuicios sobre los géneros cuando dije que era más probable que Julieta heredara la pasión por las compras a que echara la chela con sus amigos. Tómala padre primerizo!!!! Como dicen en mi tierra: pa' que te eduques... Si les digo: Julieta aún no nace y ya podría llenar un cuaderno con todas las invaluables lecciones que he recibido (que me acuerde en el futuro de ellas es otra cosa, eh).
Confío, sin embargo, en que el tiempo y la rebeldía -deseable- de Julieta me ayudarán a sacudirme esos prejuicios y que el día de mañana pueda escuchar, sin ningún rasgo de desconcierto, confusión o asombro, que mo hija quiere jugar rugby, lucha libre o cualquier actividad que se le antoje, sin que sea condicionada por nadie a ser o hacer lo que uno cree que está bien. No cabe duda que los hijos son los espejos que reflejan más fielmente a los padres. Me siento como si estuviera a punto de entrar a un curso intensivo sobre mi mismo. Y temo reprobar...



Mi amiga Tanius. No usa perro, ni canta en el metro mientras toca las maracas. Sólo que era el día de su boda y estaba feliz después de cantarle al oído a su "trébol de buena suerte"...

lunes, 27 de agosto de 2007

Corre, corre, corre...

(EOP retoma el teclado) Gente, no crean que los olvidé. No había actualizado el blog por falta de tiempo, no crean que no tengo nada que decir (hay gente que cree que eso no sucederá nunca), pero es que este lunes resultó más movido de lo que pesaba. Me gustaría platicarles un poco de la Gena (LOTA o La Orgullosa Tía Abuela de la Juli), que ayer vimos y quien nos llenó de regalitos para nuestra heredera. Y también de la esotérica plática sobre budismo que nos patrocinó EOT o Camilo, uno de los dos hijos de LOTA y quien se lleva de piquete de ombligo con el Dalai Lama, ése peloncito resimpático que siempre anda de buenas. Todos ellos son familiares de la Jose. Les prometo que mañana tienen la crónica completa. Por lo pronto, me voy corriendo a una ·$·"&/(*^ junta...

domingo, 26 de agosto de 2007

Pensar desde tres

Esta es mi primera presentación en este blog, yo soy LOM, La Orgullosa Madre, la mamá de Julieta, y aunque hoy hago aquí mi primer escrito, tengo la presencia de Julieta desde el día de la prueba de embarazo, aún cuando EOP ni siquiera tomaba realmente conciencia de este bebé. Y esto fué realmente difícil, porque tomé conciencia de este embarazo al mismo tiempo que conocí Londres, París e Italia, lo cual es triplemente impresionante y movilizador. Dicen, y yo puedo confirmar esta teoría, que los papás tardan algo más de tiempo en darse cuenta de que están embarazados, las mamás, aún cuando no hay panza, percibimos rápidamente los cambios, sobre todo los físicos, luego vienen los demás. Son muchos, quizás tantos como los que la misma Julieta va teniendo cada semana, lo bueno es que tenemos Julieta y yo los mismos tiempos para adaptarnos a ellos, siento que los nueve meses no son sólo para darle madurez y terminar de hornear a Julieta, sino que ella también me los está dando a mí, y la naturaleza es tan sabia que Julieta no va a llegar antes que yo esté preparada y adaptada a tanto cambio. Eso me tranquiliza y me hace quererla todavía más, porque sabe que ambas necesitamos tiempo y acompañadamente y con total complicidad nos lo estamos dando. Así como ayer bajo el ultrasonido ella se mostró adaptándose al poco espacio que tiene, igual yo he ido modificando mi lugar desde donde miro la vida, así como cuando se está en pareja uno deja de pensarse desde uno, sino que se piensa desde dos, ahora estoy incluyendo a una personita más y ya pienso desde tres. Es sólo un número, pero también es una posición desde donde me comienzo a parar cada vez más segura y siempre, siempre, aún desde la prueba de embarazao, muy FELIZ.






En Londres Adolfo, Josefina y Julieta, quien aquí era apenas un frijolito (porotito).