sábado, 3 de noviembre de 2007
viernes, 2 de noviembre de 2007
Julieta tiene nueva sobrina...
¿Se acuerdan que alguna vez les conté de Valeria Alizé, la hija que estaba esperando mi sobrina Adriana? Pues nació hoy a las 8 de la mañana a pesar de que los pronósticos, por mucho tiempo le dieron como fecha probable de parto un día después de Julieta, o sea, por allá del 20 de noviembre. No sabemos exactamente qué ocurrió porque ayer vi a los abuelos de Vale y estaban como si nada, aunque parece que la doctora ya le había hecho la advertencia a Adriana que en cualquier momento podía nacer su baby. Vaya forma de celebrar el feriado del 2 de noviembre.
Julieta, sólo faltas tú para completar el trío de comadres que compartirá generación, pero te aseguro que al menos yo no tengo ningún apuro en que salgas; aún debo entregar dos reportajes para esta semana y ya nos advirtieron que las siguientes dos semanas estarán llenas de chamba. Falta ver qué dice LOM. Y Juli, of course... Mañana sábado que vamos a nuestro control médico podríamos preguntarle. Los mantendremos informados.
Julieta, sólo faltas tú para completar el trío de comadres que compartirá generación, pero te aseguro que al menos yo no tengo ningún apuro en que salgas; aún debo entregar dos reportajes para esta semana y ya nos advirtieron que las siguientes dos semanas estarán llenas de chamba. Falta ver qué dice LOM. Y Juli, of course... Mañana sábado que vamos a nuestro control médico podríamos preguntarle. Los mantendremos informados.
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Semana 37
jueves, 1 de noviembre de 2007
miércoles, 31 de octubre de 2007
Segundas nupcias
En estos últimos ocho meses me han pasado por la cabeza miles de pensamientos. Muchos de ellos han sido inéditos. Otros han sido cursis hasta decir basta. A pesar de los azotes y de la sobredósis de reflexión, confieso que no recuerdo otra etapa de mi vida donde haya sido más feliz que ésta. El éxtasis es constante. Podría decirse que desde hace varios meses vivo en superlativo, aunque esto también aplique a las intensas angustias que he sufrido, a la extensa variedad de miedos que últimamente me han habitado y una que otra bronca con LOM.
Por distorsión profesional y algo de gusto personal, mi primera opción de comunicar requiere un abecedario. Desde que en agosto pasado empecé a escribir en este blog he tratado de registrar en cada texto algunas de estas sensaciones. Temo que el talento no siempre me alcanza para elegir las palabras y construir las frases que mejor describan lo que estoy viviendo. Por fortuna, soy consiente de mis límites, así es que no dudo en buscar otras formas de expresión. Siendo honesto, en muchas ocasiones el plan B me ha funcionado mejor que el original y he encontrado en muchas fotos de Josefina y de su panza la armonía que antes busqué sin éxito en un teclado.
Siento que estos post son los últimos que escribiré en este blog y me carcome una nostalgia injusta por anticipada. Seguro que lo haré en otros lugares y trataré temas de Julieta, de la Jose, de mi mismo o de cualquier cosa. Pero serán otras circunstancias.
También tengo la sensación de que hay aún muchas cosas de la prepaterniadad que aún no he registrado y que me queda poco tiempo para hacerlo. Ya veré si salen a tiempo y de qué forma. Mientras tanto, les quiero compartir algo que hace unos días me pasó por la cabeza.
Durante una comida en la oficina, una compañera preguntó al aire que qué era más intenso emocionalmente, un novio en el escalón de un altar o un padre en la sala de parto. La respuesta fue fácil y unánime: la llegada del vástago. "De una esposa te puedes separar", dije. "Pero de un hijo, nunca".
Lo que no me había puesto a pensar era en el vínculo, tan duradero como la paternidad, que se hace con la pareja con quien se tiene al hijo. Es verdad que la unión de dos adultos se puede romper en cualquier momento, aunque haya habido matrimonio por las cuatro leyes. Pero si hay un hijo de por medio, esa expareja siempre será la madre o el padre de tu retoño. Así es que, de alguna manera, la pater/maternidad implica la doble elección de tenerlo y de con quién tenerlo.
Así me di cuenta que hace ocho meses elegí, otra vez, a Josefina. Y que Josefina me volvió a elegir a mi. Sólo que ahora fue sin rituales. No hubo invitados ni testigos. Tampoco asistimos a pláticas prematrimoniales o gestionamos trámites burocráticos. Y en lugar de ponerse un vestido blanco ella y un esmoquin negro yo, esta vez cada quien usó su ropa más cómoda: nuestra propia piel.
Después de las cosas que me han contado de los segundos matrimonios, debo admitir que hasta ahora en el mio no me ha ido nada mal. Y no sólo eso, sino que así hasta dan ganas de casarse una, y otra, y otra, y otra vez. El único destalle que aún no logro resolver es que a partir de ahora, cada vez que la Jose y yo nos casemos de nuevo vamos a necesitar una nueva recámara. En todo caso, ya vamos de gane si consideramos que la primera vez que nos casamos necesitamos un departamento completo.
Por cierto, ¿alguien sabe de alguna casa que esté en renta, a buen precio y con muchas, muchas habitaciones?
Por distorsión profesional y algo de gusto personal, mi primera opción de comunicar requiere un abecedario. Desde que en agosto pasado empecé a escribir en este blog he tratado de registrar en cada texto algunas de estas sensaciones. Temo que el talento no siempre me alcanza para elegir las palabras y construir las frases que mejor describan lo que estoy viviendo. Por fortuna, soy consiente de mis límites, así es que no dudo en buscar otras formas de expresión. Siendo honesto, en muchas ocasiones el plan B me ha funcionado mejor que el original y he encontrado en muchas fotos de Josefina y de su panza la armonía que antes busqué sin éxito en un teclado.
Siento que estos post son los últimos que escribiré en este blog y me carcome una nostalgia injusta por anticipada. Seguro que lo haré en otros lugares y trataré temas de Julieta, de la Jose, de mi mismo o de cualquier cosa. Pero serán otras circunstancias.
También tengo la sensación de que hay aún muchas cosas de la prepaterniadad que aún no he registrado y que me queda poco tiempo para hacerlo. Ya veré si salen a tiempo y de qué forma. Mientras tanto, les quiero compartir algo que hace unos días me pasó por la cabeza.
Durante una comida en la oficina, una compañera preguntó al aire que qué era más intenso emocionalmente, un novio en el escalón de un altar o un padre en la sala de parto. La respuesta fue fácil y unánime: la llegada del vástago. "De una esposa te puedes separar", dije. "Pero de un hijo, nunca".
Lo que no me había puesto a pensar era en el vínculo, tan duradero como la paternidad, que se hace con la pareja con quien se tiene al hijo. Es verdad que la unión de dos adultos se puede romper en cualquier momento, aunque haya habido matrimonio por las cuatro leyes. Pero si hay un hijo de por medio, esa expareja siempre será la madre o el padre de tu retoño. Así es que, de alguna manera, la pater/maternidad implica la doble elección de tenerlo y de con quién tenerlo.
Así me di cuenta que hace ocho meses elegí, otra vez, a Josefina. Y que Josefina me volvió a elegir a mi. Sólo que ahora fue sin rituales. No hubo invitados ni testigos. Tampoco asistimos a pláticas prematrimoniales o gestionamos trámites burocráticos. Y en lugar de ponerse un vestido blanco ella y un esmoquin negro yo, esta vez cada quien usó su ropa más cómoda: nuestra propia piel.
Después de las cosas que me han contado de los segundos matrimonios, debo admitir que hasta ahora en el mio no me ha ido nada mal. Y no sólo eso, sino que así hasta dan ganas de casarse una, y otra, y otra, y otra vez. El único destalle que aún no logro resolver es que a partir de ahora, cada vez que la Jose y yo nos casemos de nuevo vamos a necesitar una nueva recámara. En todo caso, ya vamos de gane si consideramos que la primera vez que nos casamos necesitamos un departamento completo.
Por cierto, ¿alguien sabe de alguna casa que esté en renta, a buen precio y con muchas, muchas habitaciones?
martes, 30 de octubre de 2007
lunes, 29 de octubre de 2007
La fila avanza
Cuando empezamos a asistir a nuestro grupo psicoprofi(ga)láctico sólo éramos un grupo de tres parejas. Eso fue cuando teníamos 20 semanas de embarazo. Hoy, 17 semanas después, hemos convivido con unas 10. De hecho, las últimas sesiones de plano ya no cabemos en el saloncito y las colchonetas ya son insuficientes para aplatanarse en ellas a todo lo largo y (sobre todo) a lo ancho.
Hace dos semanas parió la primera de nuestras compañeras "de generación". Tenía 38 semanas de embarazo. Cora, la instructora, nos dijo que todo fue muy bien. La semana pasada, mientras le pintaban la panza, otra de nuestras colegas empezó a sentir contracciones. No sabemos si era el inicio de su trabajo de parto, pero no sería raro dado que ya estaba en la semana 38. La otra panza pintada tenía entonces 39 semanas y aunque no daba visos de que las contracciones estuvieran cerca (de hecho, la semana anterior se habían cambiado de casa) es de suponerse que en cualquier momento saldrá de ahí lo que tenga que salir. Hay otra chica en el curso que apenas tiene una semana más de embarazo que LOM. Ella no asistió la semana pasada al curso y no sería descabellado pensar que había razones de peso (suponemos que dicho peso oscila los 3 kilos) para faltar a una clase tan importante como es la pintada de panzas.
Dicen los doctos que el rango normal para los partos varía entre las 38 y las 42 semanas de gestación, así es que todas han estado en buen término. Pues nosotros cuplimos hoy a la semana 37. ¡Semana 37! No deja de ponerme nervioso el asunto. Por más que ya esté muy imaginada y preparada la escena, no deja de sorprenderme y ponerme en shock cada vez que la pienso. LOM está muy bien. Sólo un poco más cansada. No hay visos de que se adelante. De hecho, tenemos de nuevo cita con el galeno este sábado. Pero siento que en cualquier momento le vendrán los drópomos (¿o eran pódromos? suena a hipódromo... ¿cómo se llamaban? No me acuerdo... sólo sé que vienen antes de las contracciones... ¿o eran después? !¿Cora en dónde estás?!)
Por favor, si me ven ausente, no crean que me estoy metiendo nada ni me pidan para andar iguales. Sepan que mi cerebro funciona más lento porque está sumergido en líquido amniótico, que mi corazón no palpita sino que se mueve por contracciones y que voy muy seguido al baño porque a cada rato se me rompe la fuente. Necesito hacerme la cesárea de toda esta angustia. ¿Alguien sabe si existe una epidural para bloquear la angustia?
PD: Recuerdo que un día como hoy, pero de hace dos años, EOP estaba tiritando. Nunca supo si era el frío de la cercana Patagonia o los nervios del cercano evento. Ése día, contrajo (qué palabra: contraer, como si fuera un virus ¿O vendrá de contraccion?) matrimonio con LOM. Ayer lo festajaron con unos riquísimos ravioles. ¡Qué tiempos aquellos, señor Don Simón! Felicidades a LOP, que mucho mérito tienen en haber llegado a los dos años (ufff! si les contara...) y festejarlo nada más y nada menos que con el mejor regalo que pudieron haber imaginado: Julieta.
Hace dos semanas parió la primera de nuestras compañeras "de generación". Tenía 38 semanas de embarazo. Cora, la instructora, nos dijo que todo fue muy bien. La semana pasada, mientras le pintaban la panza, otra de nuestras colegas empezó a sentir contracciones. No sabemos si era el inicio de su trabajo de parto, pero no sería raro dado que ya estaba en la semana 38. La otra panza pintada tenía entonces 39 semanas y aunque no daba visos de que las contracciones estuvieran cerca (de hecho, la semana anterior se habían cambiado de casa) es de suponerse que en cualquier momento saldrá de ahí lo que tenga que salir. Hay otra chica en el curso que apenas tiene una semana más de embarazo que LOM. Ella no asistió la semana pasada al curso y no sería descabellado pensar que había razones de peso (suponemos que dicho peso oscila los 3 kilos) para faltar a una clase tan importante como es la pintada de panzas.
Dicen los doctos que el rango normal para los partos varía entre las 38 y las 42 semanas de gestación, así es que todas han estado en buen término. Pues nosotros cuplimos hoy a la semana 37. ¡Semana 37! No deja de ponerme nervioso el asunto. Por más que ya esté muy imaginada y preparada la escena, no deja de sorprenderme y ponerme en shock cada vez que la pienso. LOM está muy bien. Sólo un poco más cansada. No hay visos de que se adelante. De hecho, tenemos de nuevo cita con el galeno este sábado. Pero siento que en cualquier momento le vendrán los drópomos (¿o eran pódromos? suena a hipódromo... ¿cómo se llamaban? No me acuerdo... sólo sé que vienen antes de las contracciones... ¿o eran después? !¿Cora en dónde estás?!)
Por favor, si me ven ausente, no crean que me estoy metiendo nada ni me pidan para andar iguales. Sepan que mi cerebro funciona más lento porque está sumergido en líquido amniótico, que mi corazón no palpita sino que se mueve por contracciones y que voy muy seguido al baño porque a cada rato se me rompe la fuente. Necesito hacerme la cesárea de toda esta angustia. ¿Alguien sabe si existe una epidural para bloquear la angustia?
PD: Recuerdo que un día como hoy, pero de hace dos años, EOP estaba tiritando. Nunca supo si era el frío de la cercana Patagonia o los nervios del cercano evento. Ése día, contrajo (qué palabra: contraer, como si fuera un virus ¿O vendrá de contraccion?) matrimonio con LOM. Ayer lo festajaron con unos riquísimos ravioles. ¡Qué tiempos aquellos, señor Don Simón! Felicidades a LOP, que mucho mérito tienen en haber llegado a los dos años (ufff! si les contara...) y festejarlo nada más y nada menos que con el mejor regalo que pudieron haber imaginado: Julieta.
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