viernes, 26 de octubre de 2007

Trébol de cuatro fresas

Ayer pintamos las panzas de las madres. Como varias veces les conté, tenía muchas ganas de hacerlo, pero a la mera hora no sabía ni qué pintar. Sucedió que fue medio intempestivo el asunto. La semana pasada, cuando íbamos advertidos de que pintaríamos los redondos lienzos, ya había visto varias opciones. No pudimos hacerlo entonces porque la instructora tuvo que ir a atender un parto. Esta vez, Cora nos preguntó si queríamos pintar o no, y al final nos animamos las parejas que más semanas de embarazo tenemos, pues la verdad ya no nos queda mucho tiempo. Así, medio improvisado el asunto, empecé a ver con qué elementos contaba para la obra de arte. Yo, acostumbrado a los caballetes de las escuelas donde estudié pintura en Florencia, pronto me di cuenta que había muy pocos recursos. En una caja había unos diez frascos, muchos de ellos casi vacíos, y con una raquítica variedad de cuatro colores diferentes (rojo, negro, azul y verde). Ah, y no había pinceles, así es que los dedos tendrían que entrar en acción. Además, la Jose no se sentía muy bien, por lo que supe que tendría que actuar raudo y veloz. Para empezar elegí un color verde bandera. Cuando dí los primeros trazos no sabía qué dibujar, pero lo hice con tal seguridad que de pronto escuché decir a la Jose: "¡Un trébol de cuatro hojas!". Seguro, un trébol de cuatro hojas, ¿cómo no se me había ocurrido antes? Busqué otro color y encontré un rojo. Lo empecé a aplicar alrededor del verde, que para entonces ya no me parecía tanto un trébol. Me gustó tanto el tono que preferí borrar el "trébol" verde y ponerle encima puro rojo. El color me orilló a dibujar un corazón. Pensé entonces que de tener a mano un amarillo podría haber pintado una CH y decir "No contaban con mi astucia". Decidí no hacerlo cuando me di cuenta que lo más probable sería que Julieta no se sintiera muy orgullosa de saber que estuvo nueve meses en la panza de una señora que estaba muy cercana de ser Doña Florinda. En cambio decoré el corazón con puntitos azules y de pronto escuché decir a la instructora: "¡Es una fresa!". Claro, una "fresa". Sure. Aunque la imagen sí parecía una fresa, no me gustó ninguno de los símbolos que pudiera tener una frutilla en la panza de LOM. Así es que convertí los puntos en corazoncitos. Entonces, una compañera a la que también le estaban pintando el vientre vio el idem de LOM y dijo: "¡Una catarina... nomás le faltan las antenas!". Ajá, una catarina... antenas... Tampoco le encontré un significado a que fuera una catarina. Preferí entonces que regresara a ser una fresa y le puse una ramita verde en la parte superior. Al menos las fresas me gustan con crema y mucha azúcar. Pero las catarinas... Al final, Cora me pidió que dijera qué era. Fui honesto y se lo dije... cronológicamente. Primero fue un trébol. Luego una fresa. Más tarde, una catarina. Y al final, de nuevo una fresa. Esta fue la historia de una panza pintada. Vean las otras dos obras y ni se les ocurra decir que quedaron más bonitas que mi catarinezco trébol de cuatro fresas acorazonadas.



Esta de la izquierda está muy simpática pero hizo trampa porque la madre la copió de una muñequita, luego hizo un molde del tamaño de su panza y se la marcó antes de la clase. El padre sólo le puso color. Qué chiste, no.





En la marimba humana de la derecha pueden ver a las tres madres que ayer hicieron de lienzo. La más pequeña de las tres (ahh, sonó a canción de Cri-Cri, nomás que no sé si la mujer es linda y cortés) tenía un dibujo de unos delfines, pero hechos también con un molde que el padre encontró en la caja de pinturas. Resultado unánime: ¡Gana el papá de la Julieta! ¡Viva yo!



(Para ver los detalles de las fotos, den click sobre ellas)

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